El 15 de Junio pp. se exhibió en la TV chilena un reportaje sobre hogares de ancianos que operaban furtivamente en la capital del país. Como la situación allí expuesta es de muy probable ocurrencia en muchos rincones de nuestros países, quisimos dejar un registro en el sitio web de la RLG de esta situación particular: invitamos a Alberto Viveros, sociólogo, director ejecutivo de la onG Cedesco, a escribir unas líneas al respecto, conscientes de la dificultad que presenta comunicar en tan breve espacio, lo que es expresión del bajo rendimiento institucional del Estado y de la debilidad de la propia sociedad civil para garantizar el respeto a los derechos y dignidad humana de las personas.
Alberto Viveros Madariaga
De vez en cuando algunos aspectos de la cruda realidad que viven segmentos de la sociedad chilena se nos presentan en toda su magnitud y con toda su crueldad. Para muchos ello resulta casi ser como el pan nuestro de cada semana, donde de golpe y porrazo la realidad niega los presumibles éxitos de una sociedad que avanza en números y retrocede en valores. Pareciera ser el karma de una sociedad que históricamente suele ignorar muchos de los nudos que no ha logrado desatar en su proceso de desarrollo.
Así la perplejidad se instaló en nuestros hogares hace muy pocos días cuando se mostró a través de un programa televisivo la realidad que viven personas mayores que residen en los denominados “Establecimientos (Clandestinos) de Larga Estadía”. Los sentimiento de ira crecieron a medida que se mostraban imágenes de personas mayores mal atendidas; situaciones de vejaciones a personas mayores indefensas de ambos sexos; mecanismos de castigos que incluían encadenamientos; e incluso relatos de muertes prematuras de personas mayores residentes en estos lugares que sufrieron maltratos o atención negligente…
El impacto del programa televiso fue tal que la audiencia -medida a cada segundo- marcó un alto registro y pronto la competencia televisiva debió mostrar informaciones complementarias. El trabajo periodístico había permitido mostrar situaciones escabrosas y poco a poco la tele audiencia se vio enfrentada a situaciones extremas. Se mostró a sujetos que establecen un miserable negocio -por lo demás de poca envergadura- con personas adultas mayores cuyo destino está fatalmente ligado a la soledad y el abandono.
Algunos expertos opinaron sobre la responsabilidad de las familias y de las autoridades públicas ante la situación que se mostraba.
Pocos pusieron atención a un suceso evidente: como muchas otras situaciones similares, mostradas con mujeres, niños de la calle, indígenas, etc. en un par de días el tema habría pasado de moda y nuevamente el olvido colectivo escondería la cruda realidad de un problema y drama social del cuál nadie se hace realmente cargo.
Aunque el noticiero nocturno del día siguiente alcanzó a mostrar a enardecidos ciudadanos que llegaron a algunas de las direcciones entregadas la jornada anterior, y en un gesto solidario protestaron contra el maltrato cotidiano que se propinaba allí a sus residentes adultos mayores, lo cierto es que si tuviéramos que buscar explicaciones al suceso divulgado por la televisión y tratáramos de analizar reflexivamente el suceso, la lista se nos haría larga para identificar culpabilidades.
Como sabemos, lo más fácil es culpabilizar al montón. Así no se termina culpando a nadie. “La sociedad toda es la responsable”. “Todos somos culpables en esto que está sucediendo”. Así se libera de responsabilidad a quienes simplemente ignoran culposamente el suceso o bien se auto excluyen de esta culpabilidad generalizada.
Sin dudas existen familias -hijos, hermanos, sobrinos- que tienen su gran cuota de responsabilidad cuando asumen la solución más fácil de lo que consideran un problema: mandan al viejo(a) a cualquier parte donde a ellos no les estorbe. Los primeros tiempos se les visita una vez por semana. Luego la vorágine del trabajo, la competitividad, obligan a que las visitas comiencen a distanciarse hasta que finalmente dejan a los viejos abandonados a su suerte, fatalmente la mayoría de los casos en manos de inescrupulosos que buscan una miserable cuota de dinero la que logran en base a un sistemático maltrato .
El gobierno y en general la estructura pública y la clase política (alcaldes y legisladores) tiene una significativa cuota de responsabilidad al no haber descrito normas mínimas sobre las cuales estos establecimientos deben vigilarse, supervisarse, evaluar su funcionamiento, etc. Parece risible que al inicio del tercer milenio un país como Chile no haya sido capaz de construir una básica nomenclatura para normar estos lugares, donde cual “hoyo negro” se sabe como ingresa una persona mayor, pero nunca se sabe definitivamente lo que sucede a su interior.
Otro eslabón crítico de la cadena de responsabilidad es el que da cuenta de los sostenedores o dueños de éstos establecimientos. Es clave tener en cuenta que este tipo de sujetos existe al nivel de todos los rangos sociales. Obviamente en los de barrios pudientes deben ganar más dinero. Pero en un mundo donde todo se compra o se vende, este tipo de sujetos descubrió “su nicho de mercado” y llevan adelante un “negocio posible” el mismo que se basa obviamente en el pago (cobranza) que hace el propio adulto mayor con su jubilación o pensión. Aquí sí el sistema opera a la perfección: el adulto mayor firma un poder, el sostenedor cobra su pensión y todo el sistema se hace cómplice de una realidad que esconde luego situaciones de abuso y maltrato repudiables.
Finalmente los eslabones siguientes de esta cadena de responsabilidades nos incluye a todos nosotros. A nuestra sociedad que aún no sabe como enfrentar el acelerado envejecimiento de su población; al sistema educativo que disminuye la entrega de valores a su población aunque sí les incorpora eficiencia para el trabajo; al discurso del mercado, donde todo se compra o vende y donde solo la búsqueda del lucro parece tener sentido; al vecino del barrio que hace la vista gorda en su villa o población aunque sabe que allí se albergan en condiciones paupérrimas a personas mayores; a la empleada que sin formación ni capacitación alguna se le contrata por un miserable sueldo para que atienda a los abuelos y quién dada su condición se transforma en cómplice de situaciones anómalas; etc.
Podríamos seguir mencionado al paramédico, al almacenero, al panadero, al burócrata del sistema de pago de pensiones, y tantos otros más. Todos, de alguna u otra manera hemos mirado para el lado cuando hemos debido mirar de frente.
Al cerrar esta reflexión me informo que el Servicio Nacional del Adulto Mayor venia preocupado de este tema desde hace ya un par de años. Ello posibilitó que para el presente año se dispusieran fondos para licitar un trabajo denominado “CATASTRO Y CLASIFICACION DE ESTABLECIMIENTO DE LARGA ESTADIA PARA ADULTOS MAYORES EN CHILE”. El trabajo en cuestión ya se ha iniciado y se espera que a partir de sus resultados se establezcan las primeras indicaciones y situaciones que impidan en el futuro que volvamos a ser impactados por situaciones como las descritas.
Ojalá así sea. Es la esperanza que aguardan cientos de personas adultas mayores que esta noche duermen en un Establecimiento de Larga Estadía.
NOTA EDITOR: (2-7-2004). Acogiendo señalamientos que se nos ha hecho respecto a que sí existe en Chile un reglamento que regula el funcionamiento de estos establecimientos, publicamos dicho documento en la RLG. No obstante lamentamos la imprecisión en que incurrimos, creemos que aquello no invalida lo sustantivo del planteamiento expuesto por el Lic. Viveros en este artículo.Ver Reglamento de Establecimientos de Larga Estadía en Chile.
Fonte: RLG – Red Latinoamericana de Gerontología – Disponível Aqui – Disponível aqui