Nuestras sociedades tienen una enorme deuda con los valiosos aportes de sus comunidades científicas e investigativas, muy especialmente con los investigadores jubilados, como fuente inagotable de diversos sabes así como de importantes líneas y escuelas de pensamiento endógeno.
Elsa Beatriz Acevedo Pineda *
Uno de los temas más interesantes en el desarrollo del conocimiento en nuestras sociedades, se relaciona con el surgimiento y desarrollo de sus comunidades científicas, sobre las cuales hemos hablado ya en varios artículos anteriores publicados en la Sala de Lectura de la OEI (Disponível Aqui). En esta oportunidad vamos a dedicar nuestra atención a un sector de esas comunidades científicas, muy poco valorado y escasamente reconocido; los investigadores jubilados.
Es necesario advertir que el presente tema es novedoso por varias razones; primero porque es poco abordado en los estudios sociales de la ciencia, segundo; porque a los jóvenes investigadores no les interesa mucho teniendo en cuenta que apenas empiezan su carrera académica y científica y tercero; porque a los investigadores mayores ya en edad de jubilación o bien no aceptan la misma o bien esquivan el tema por el temor de un futuro incierto.
De todas formas nos referimos a un valioso grupo humano que durante muchos años dedicó sus mayores esfuerzos a la producción de conocimientos socialmente apropiados, en realidades que en oportunidades no han sido las más favorables al desarrollo del mismo.
Si bien el retiro por razones de jubilación cumple con lo estipulado en cada régimen laboral específico y muchos de nuestros investigadores en edad de jubilación optan por el mismo, también es cierto que bajo las características emergentes propias de nuestra sociedad sus aportes no pueden ni deben perder vigencia, porque una sociedad no puede desperdiciar y menos echar al olvido este inmenso patrimonio de conocimiento y experiencias acumuladas para el desarrollo de una verdadera sociedad del conocimiento.
La verdad el necesario relevo generacional no puede ser sinónimo de borrón y cuenta nueva en materia de producción de conocimientos, porque no podemos estar en cada momento empezando de nuevo y partiendo de cero, máxime en temas tan importantes como lo es la producción tecnocientífica en los países emergentes.
Lamentablemente este es el panorama que se vive en aquellas sociedades con bajo nivel de desarrollo y escaso estímulo y reconocimiento de sus comunidades científicas.
De otra parte si bien es cierto que es imposible obstaculizar el ascenso de las jóvenes generaciones al mercado laboral académico e investigativo, también lo es la necesidad de conservar ese vínculo con los investigadores jubilados, como formadores de nuevas escuelas de pensamiento crítico, en sociedades con un claro rezago en cuanto a la valoración de sus recursos humanos se refiere.
En este estado de cosas observamos dos claras tendencias; la primera representada por la presión que viven los investigadores de mayor edad para que se jubilen, se retiren y dejen el “campo libre” a quienes deben seguirles por edad, por renovación y porque la ley así lo estipula. La segunda porque existe otra tendencia en cabeza de aquellos investigadores que temen por el significado futuro de este retiro (aunque algunos lo hacen gustosamente y se desvinculan por completo), pero por lo general se siente un ambiente de zozobra socio económica, laboral, sicológica, de temor, e inseguridad por falta de vinculación, actividad y apoyo institucional que un retiro implica, además de la falta de reconocimiento y lo que es peor de visibilidad para continuar investigando así sea de medio tiempo y aún por horas.
Estamos seguros que si en nuestras sociedades se hace una convocatoria a los investigadores jubilados que deseen continuar contribuyendo al desarrollo tecnocientífico nacional, la respuesta dejaría asombrados a más de uno.
Surge entonces una pregunta; dónde están, qué hacen esos investigadores? la respuesta es verdaderamente difícil de responder porque no existe una base de datos al respecto y a eso se le suma que cada año salen a retiro por razones de jubilación nuevos investigadores.
Lo que si es cierto es que el país los necesita en muchos frentes por ejemplo; como asesores y tutores científicos, conferencistas, directores de tesis y de proyectos de investigación, formadores de semilleros de investigadores, gestores de ciencia y tecnología, consultores y asesores independientes, así como en la producción de artículos y materiales científicos, o aportando su experiencia a la gestión de conocimiento, proponiendo orientando y asesorando cátedras sobre temas de actualidad, igualmente como evaluadores de artículos de revistas científicas, miembros de comités editoriales, jurados de tesis de pregrado y posgrado, pueden igualmente apadrinar investigadores, orientar Clubes de Ciencia, pertenecer a Comités Científicos de diferentes instituciones y desempeñarse con excelencia en la diplomacia científica, campo aún inexplorado en materia de oportunidades laborales, investigativas, de administración y gestión para las comunidades científicas.
De la misma manera las universidades pueden y deben conformar equipos de asesores y consultores para sus rectorías, consejos académicos y de investigaciones así como en la orientación de programas estratégicos para cada contexto. En otras palabras los investigadores jubilados representan en resumidas cuentas un tesoro para cada país que bien vale valorarse.
La tarea es verdaderamente novedosa se trata nada más ni nada menos que de “reinsertar” al flujo científico nacional y al desarrollo tecnocientífico de manera especial, a este valioso equipo humano y científico dotado de enorme trayectoria y enorme experiencia.
La verdad es que en nuestros países existe muy baja valoración de tan importante recurso humano e investigativo, considerando que el retiro de la vida laboral, significa un corte radical con sus vocaciones investigativas, cuando en realidad muchos de ellos tienen muy arraigado su compromiso social, con el desarrollo y producción de nuevos conocimientos de amplio beneficio para cada uno de nuestros países.
En estas condiciones vale la pena anotar que quienes se quedan en los laboratorios y centros de investigación y aún en la docencia, lo hacen más por iniciativa personal que por políticas institucionales.
También es cierto que no se puede comparar la situación de los científicos e investigadores jubilados que viven en los centros de mayor desarrollo, con la marginalidad de los mismos en las regiones apartadas de cada país, caracterizadas por manifestar menores posibilidades para seguir desarrollando actividades de carácter científico e investigativo.
Todo lo contrario sucede en otras latitudes como por ejemplo en Europa, Estados Unidos y en nuestro ámbito regional en Cuba, en donde no existe límite de edad ni en servicios ni en capacitación para el personal de la ciencia, y los científicos de mayor edad disfrutan de una serie de reconocimientos, respetabilidad y visibilidad así como autoridad para dirigir estrategias en ciencia, tecnología e innovación.
La verdad es que en nuestro medio no existen estrategias institucionales encaminadas a preparar si se permite el término, a quienes se encuentran en las puertas de su retiro laboral, académico, científico e investigativo. Los centros de educación superior hacen cursos de inducción a los jóvenes profesionales que ingresan, pero no tienen estrategias sicosociales que preparen a sus próximos jubilados. Por esta razón muchos insisten en quedarse no obstante sientan un cierto choque generacional frente a las nuevas vinculaciones.
Lamentablemente también hay que reconocer que un sector por suerte minoritario se resiste a salir porque temen perder los privilegios que año tras año les brinda el “turismo académico,” con todos los privilegios que ello implica. Este es un fenómeno que retrasa el necesario relevo generacional que tarde o temprano debe darse al interior de la academia. Sea como sea lo cierto es que nuestras cafeterías universitarias se ven llenas de jubilados que por diferentes razones no pueden romper el cordón umbilical con su Alma Mater.
Situación que representa un cuadro verdaderamente dramático cuando en la realidad a los investigadores y científicos jubilados les queda al terminar su período de vida al interior de la academia aún muchas cosas por hacer” y esta ambivalencia genera una enorme zozobra en este proceso de cerrar una puerta y dejar ir una etapa, precisamente por la falta de posibilidades que brinda el medio externo.
No obstante debemos reconocer que ante los enormes recortes presupuestales para la I+D+i en donde ni siquiera se asignan partidas presupuestales pata las comunidades científicas jóvenes, y sus grupos de investigación existen apenas lógico que existan menos posibilidades para los investigadores jubilados.
Otro aspecto especialmente sensible es el relativo a la baja cultura de respeto y reconocimiento que ellos mismos merecen. Cuando existe la creencia que a los jubilados como ya reciben su pensión no se le paga ningún salario por sus contribuciones, cuando se encuentran ya fuera del medio académico. Y lo que es peor plantean que los jubilados por su categoría y experiencia deben realizar sus actividades en calidad de voluntariado como si se tratara de actividades para la Cruz Roja Internacional!
En consecuencia es lamentablemente penoso tener que reconocer que en nuestra sociedad ni existen presupuestos, ni ofertas laborales para este valiosísimo capital Humano. Como consecuencia de lo anterior, todas las propuestas, aportes, proyectos obedecen a iniciativas personales de los mismos.
Además de lo anterior es necesario establecer una clara diferenciación al interior de los académicos e investigadores en edad de jubilación: A) Quienes además de no aceptar la realidad de su período de retiro, persisten en quedarse en sus puestos laborales aún a sabiendas que con ello impiden el necesario y relevo generacional que debe darse. B) Quienes aceptando el retiro por edad y servicios prestados desean seguir de alguna manera vinculados a las mismas actividades pero de forma externa a través de charlas y conferencias, y algunas horas cátedra; C) Quienes aceptando su retiro se abren a nuevas posibilidades bien sea capacitándose en otras áreas diferentes a las de su desempeño tradicional o liderando procesos novedosos que involucren nuevas áreas de pensamiento. Y D) Quienes desean un retiro definitivo y esperan dedicarse a descansar viviendo y disfrutando a su manera las nuevas experiencias que la vida les ofrece.
En todas estas versiones lo que hay que comprender es que no se trata del último período de la vida académica sino una nueva oportunidad para abrirse a nuevas experiencias, personales e investigativas. De lo que se trata es de empezar a transitar por nuevos caminos con pasos mucho más seguros, gracias a una valiosa experiencia acumulada.
En consecuencia existen numerosas opciones para los científicos e investigadores jubilados, y esta es una tarea que recae en todos y en cada uno de nuestros Sistemas Nacionales de Innovación.
Desde los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad hacemos un llamado a insertar esta realidad contextual dentro de nuestras investigaciones, gestiones y divulgaciones científicas.
(*) Artículo escrito para Red de Estudios Virtuales CTS+I. CAEU – OEI. Divulgado pela Red Iberoamericana de Comunicación y Divulgación de Información Científica.
Bibliografía Recomendada
Bueno, E. El capital intangible como clave estratégica en la competencia actual. Boletín de Estudios Económicos, 29-38, 1998
Muñoz Luisa Fernanda y Marcela Sánchez Torres. Caracterización de las actividades realizadas por los docentes jubilados en IES propuesta metodológica. Universidad Nacional de Colombia. Disponível Aqui
Fuente: Disponível Aqui. Acesso em 22/04/2014.