Vamos creciendo y el ciclo de la vida nos presenta situaciones nuevas, difíciles de transitar: asistir al envejecimiento de los padres es un momento que nadie transita sin contradicciones. La licencinada Mariana Kesselman reflexiona sobre el tema.
Georgina Elustondo
La vejez es una etapa vital cuyo comienzo se sitúa entre los 60/ 65 años, y que finaliza con la muerte biológica. Como en las demás etapas de la vida, es una etapa de cambios permanentes, con situaciones que implican pérdidas, crisis y reorganización de un proyecto. Los cambios en la vejez son biológicos (dificultad en la locomoción, menor resistencia a las infecciones, se resienten la vista y el oído, etc.), psíquicos (se reduce la capacidad de aprendizaje, hay más cansancio y una progresiva pérdida de la memoria reciente) y sociales (la pérdida de coetáneos y la jubilación, principalmente). Pero el impacto que la vejez tiene en cada persona depende de su personalidad y de las condiciones en que vive: hay personas que toman la vejez como una oportunidad para desarrollar proyectos postergados o disfrutar de la vida con otros tiempos; y otras que la viven con un fuerte impacto psicológico, creando muchas veces un estado de disminución de la autoestima, con inseguridad y extrañeza de la identidad.
Sin duda. Es un momento de crisis y fragilidad personal, porque las pérdidas ocupan la primera escena. Hay que dar de baja muchas cosas, fundamentalmente, la juventud. Según cómo sea esa persona, se encontrará apartada, ensimismada o irritada.
¿Cómo afecta a los hijos el envejecimiento de los padres?
Ver a los padres envejecer no es fácil. Por un lado, los padres dejan su papel “central” en la familia y los hijos pasan a ocupar el primer plano. La aceptación de esta inversión de roles requiere padres que puedan ir legando en sus hijos este protagonismo e hijos que puedan y quieran ir tomándolo. Esto se dificulta en familias con padres con un liderazgo importante y genera miedos e incertidumbre. Por otro lado, en nuestra cultura hay una imagen desfavorable de la vejez, que se asocia con enfermedad, carencias económicas, decadencia física o psíquica, por lo que el envejecimiento despierta en padres e hijos, sentimientos encontrados. A veces los hijos niegan todos estos procesos y tratan a los padres como si fueran eternamente jóvenes, demandando en exceso y obviando la necesidad de cuidado. Si estos sentimientos se incrementan o perpetúan en el tiempo, puede señalar una dificultad en asumir la realidad y es aconsejable la consulta con un profesional.
¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros padres en esta etapa de su vida?
En principio, hablar con nuestro familiar sobre las dificultades de este momento. Poner en palabras lo que está sucediendo alivia a padres e hijos. Es importante generar un ámbito donde se puedan poner de manifiesto los sentimientos. En caso de que no se pueda hablar (porque el familiar no quiera o pueda, por falta de cultura familiar al respecto), se le puede sugerir una consulta con un profesional. También es importante acudir al médico de cabecera o médico geriatra, que ayude a comprender mejor la situación y asesore en cuanto a recursos disponibles.
Otro tema fundamental es la reorganización del ámbito cotidiano. Ayudar a acondicionar el hábitat en función de las necesidades de cada momento: si hay disminución visual, mejorar la iluminación; reducir los obstáculos en el camino de la cama al baño para evitar tropiezos nocturnos; tornar más seguro el cuarto de baño, donde suelen producirse la mayor cantidad de caídas (poner barrales en la ducha y pisos antideslizantes).
También es importante, en caso de ser necesario, hablar con su familiar acerca de la conveniencia de contar con una persona que pueda auxiliarlo en algunas tareas o acompañarlo durante el día o la noche. En el caso de que el familiar presente una enfermedad importante, hay que tener un diagnóstico preciso. Busque un profesional de cabecera que lo haga sentir conforme y contenido. Pregunte las características de la enfermedad, su evolución y pronóstico, y las modificaciones que puede conllevar a nivel de la personalidad y las emociones. Tomar conciencia de los distintos aspectos permitirá una mejor planificación familiar. En determinadas enfermedades con trastornos cognitivos, como el Alzheimer, Parkinson, demencias y determinadas patologías tumorales, las conductas que presentan los enfermos son involuntarias. La actitud negativa, la pérdida de memoria, la pasividad, los trastornos de comportamiento son sólo síntomas de la enfermedad. No lo tome como algo personal. Puede recurrir a servicios e instituciones especializadas en el cuidado de los mayores: cuidadores domiciliarios, clubes, hogares u hospitales de día, residencias geriátricas de estadía parcial o total, grupos de apoyo a familiares, asociaciones que se ocupan de enfermedades específicas, etc.
Es un momento que la mayoría de las personas debemos atravesar. Los especialistas aconsejan buscar ayuda capacitada y aprender a delegar. Como el orden natural lo indica, los seres humanos son hijos de sus padres y luego, con el paso del tiempo, se preparan para la maravillosa experiencia de ver crecer a sus hijos, educarlos y disfrutarlos. Se convierten en padres de sus hijos.
Sin embargo, hay un momento de la vida en que los padres, al perder su autonomía con el comienzo de determinadas limitaciones físicas o pérdida de facultades mentales características de la cuarta edad, hacen que sus hijos se convierten en padres de sus padres. La difícil tarea de asumir el cuidado de padres que envejecen y ya no pueden valerse por sí mismos deja atrapados a los adultos en la necesidad de asumir nuevos roles, ocupándose de su atención y asistencia, sin descuidar a su vez a su familia, su trabajo y las tareas domésticas.
“Hay que empezar a tomar decisiones por ellos y esto nos resulta muy difícil porque ellos no quieren perder su autonomía, e incluso quieren continuar tomando decisiones que muchas veces nos involucran y los perjudican a ellos mismos, mientras a nosotros como hijos nos preocupa que esto los enfrente a situaciones que pongan en riesgo o descuiden sus vidas. Por un lado, sentimos la necesidad y las ganas de ayudarlos, mientras que por el otro, sentimos molestia, enojo y ganas de evadirnos del problema”, dice Tamara Chaffittelli, licenciada en Psicología y directora de Dulces Compañías, un centro de búsqueda y selección de personal especializado en cuidado de ancianos.
Cuidar de un familiar resulta muy gratificante, aunque en algunas oportunidades supone una tarea ardua y agotadora. El adulto mayor se vuelve muy dependiente a la hora de las actividades cotidianas y estas circunstancias llevan a la familia a reacomodar los roles, generando modificaciones en la estructura familiar.
Las situaciones más difíciles acontecen cuando alguien se ve forzado a asumir ciertas tareas sin desearlo, lo que muchas veces genera conflictos que distorsionan el clima emocional. Para evitar esos inconvenientes, es necesario que padres e hijos aprendan a redefinir su relación porque se trata de un cambio en las funciones: el que antes poseía cierta autoridad ahora pasa a ser el necesitado.
Lo primero que recomiendan los especialistas es que los adultos escuchen a sus padres, ya que muchas veces ellos están capacitados para elegir cómo quieren vivir sus últimos años. También es importante que puedan prestar atención al deseo paterno y aceptar las sugerencias, siempre y cuando lo que el adulto mayor pida sea coherente y posible.
Debora Zanetti, licenciada en Ciencias Sociales, sostiene que es indispensable saber cuáles son los recursos con los que cuenta la familia y resalta la importancia de la división de tareas y de no delegar toda la responsabilidad en un solo miembro de la familia, porque puede terminar estresando y deprimiendo a esa persona.
“Si creemos que no estamos preparados o no disponemos de todo el tiempo que necesitamos, es recomendable delegar la tarea a personal especializado y dejar para la familia otro tipo de acompañamiento vinculado a lo afectivo, como realizar algún paseo o jugar a algún juego de mesa, o compartir el almuerzo o la cena con dedicación”, aconseja.
También es muy importante el aporte que puedan hacer los nietos acompañando, conteniendo y escuchando a sus abuelos. Pasar una hora por la casa, compartir un programa de televisión, invitarlos a tomar una merienda a un bar o simplemente hacerles un llamado de rutina los puede alegrar enormemente.
Consejos
* Si el adulto mayor está lúcido, escucharlo para ver cuál es su deseo y dar lugar a la negociación, priorizando su integridad física y mental.
* Si desea quedarse en su hogar, se puede negociar dejarlo ahí, pero a cargo de una persona especializada.
* Es muy importante poder mantener al adulto en su ambiente, porque resulta muy difícil la adaptación a un nuevo entorno.
* Es importante que el cuidador se cuide mucho a sí mismo y que reconozca su necesidad de descansar y de poder desconectarse. Delegar en algunos momentos estas tareas en un tercero, sin sentir culpa.
Estar cerca, también en un geriátrico
La mudanza a un geriátrico es una opción frecuente cuando la persona necesita asistencia permanente. “Resulta muy difícil la adaptación de un adulto mayor a un nuevo entorno. Esto los enfrenta al hecho de tener que adaptarse a otro lugar y, en consecuencia, sufrir el desarraigo que implica perder el lugar donde han pasado toda su vida en muchos casos”, explica Chaffittelli sobre los geriátricos, que tienen como beneficio el no depender de una única persona y que permiten encontrar un grupo de pares para socializar.
Si se elige finalmente un geriátrico, es indispensable chequear su habilitación, prestar atención a las condiciones de higiene, ventilación, luz, olores, limpieza, cocina y baños. Considerar la antigüedad del lugar e indagar sobre su funcionamiento de los últimos años, como así también conocer el reglamento interno, los horarios de visita y el personal estable a cargo. También se debe evaluar la cercanía del geriátrico en relación a los familiares: es importante que sea accesible, porque es indispensable que estén presentes la mayor cantidad posible de tiempo.
Fuente: Acesse Aqui